I
Tres de la tarde. Barrio de casas altas. Vereda donde
no da el sol.
—¿Por qué siempre veo animales muertos con vos?
—¿Animales muertos?
—Sí, vimos esa paloma recién, y la semana pasada la
rata esa que parecía un perrito, que estaba aplastada en el cordón de la
vereda.
—Bueno, esta ciudad está llena de esos animales. Son
nuestros animales típicos, de los que se ven y de los que no se ven. Y los
animales típicos se mueren, los que se ven y los que no se ven.
—Sí, lo sé, pero lo que pasa es que siempre los veo
con vos. Cuando camino sola nunca me pasa.
—Quizá sea porque yo siempre estoy atento al suelo.
Así también encuentro plata muchas veces.
—Yo también estoy atenta, y también encontré plata
varias veces. ¿Te acordás esa vez que encontré cincuenta pesos?
—Sí, me acuerdo bien. Nos salió gratis la comida china
y el vino.
—Sí, esa. Pero lo que te quiero decir es que cuando
camino sola jamás encuentro animales muertos.
—¿Y encontraste plata caminando sola alguna vez? Y
acá, no allá.
—No, creo que no. Pero…
—Bueno. Un poco y un poco te doy. Los animales muertos
serían el lado de adentro del suéter, con todos los hilos colgando, los colores
invertidos y…
—Prefiero no encontrar animales muertos.
—Bueno, tampoco es para tanto. ¿No creés? Sólo fueron
dos. Y además, creo que quizá tenés esa sensación porque fueron muy seguidos.
Porque, ¿lo de la rata cuando fue?
—El viernes.
—¿El viernes?
—Sí, fue el viernes a la tarde, cuando volvíamos de
comprar facturas.
—Viste, por eso. Hoy es lunes. Pasó muy poco tiempo.
—¿Vos creés que es sólo por el tiempo que pasó entre
uno y el otro?
—Sí, exacto. Si a la rata la hubiésemos visto el mes
pasado, no me estarías diciendo esto. Ni te acordarías. Es sólo un problema de
memoria.
—No creo. Te lo estaría diciendo igual. Porque desde
que vine acá, hace casi un año, es la primera vez que vi a animales muertos...
—Que veo.
—Perdón, que veo a animales muertos en la calle.
—Bueno, ahora ya estás exagerando.
—En serio, te lo juro.
—El serio no
te sale muy bien tampoco. Debe ser porque no arrastrás un poquito la erre, y
además porque la i te sale casi como una e.
—Ay, siempre corrigiéndome. Vos sos el único que me
decís eso, todos me dicen que hablo muy bien el español.
—Castellano. Y castellano rioplatense, para ser más
preciso. Salvo que quieras hablar ese español de España insulso.
—Está bien, castellano rioplatense. Pero lo hablo bien…
todo me lo dicen.
—Sí, lo hablás perfecto, ya te lo dije. Y mejor que
muchos argentinos que conozco. Pero me dijiste que te corrigiera para ayudarte.
—Sí, pero… quizás no cuando estamos hablando de algo
serio.
—¿Esto es algo serio?
—Sí, es algo serio ver animales muertos en la calle
cuando salgo con vos.
—Y, quizás… Quizás tenés que salir más sola.
—Sí, voy a tener que empezar a salir más sin vos,
entonces.
—Y a mirar más el suelo.
—Y a mirar más el suelo, claro.
—Qué viento que hay, ¿no?
—Sí, es terrible. ¿Comemos algo? Porque yo ya tengo
mucha hambre.
—Dale. Vamos a El bochín, que está acá nomás.
II
Siete de la tarde. Cama.
—¿Dormí algo?
—Sí.
—¿Cuánto?
—Como una hora y media, más o menos.
—¿Tanto? Ni cuenta me di. ¿Y vos dormiste?
—No.
—¿No?
—No, ni un poquito.
—¿Y qué hiciste mientras yo dormía?
—Nada.
—¿Nada?
—No, nada. Sólo te dejé que duermas.
—Que durmieras.
—Ah, que durmieras, perdón.
—¿Y no te aburriste?
—No. No es aburrido verte dormir.
—¿No?
—No, es hasta más divertido.
—Más divertido que cuando estoy despierto, ¿no?
—Yo no dije eso. Es más divertido que hacer otra cosa,
como leer, por ejemplo.
—Depende qué leés. Si leés a Florencia Bonelli, te
creo.
—Qué tenés contra Florencia Bonelli. Es la escritora
argentina que más me gusta. A las mujeres nos encanta.
—Puedo entender que haya literatura para niños, porque
quizá la temática superficial debería ser diferente. Ya no lo acepto tanto en la
literatura para los adolescentes. Pero que haya literatura para mujeres, casi
exclusivamente, eso ya no lo puedo aceptar bajo ningún punto de vista. La
literatura es para todos, y es buena o es mala. Y se acabó. ¿Nunca se te
ocurrió probar con El gran Gatsby?
—Cuando te ponés intolerante no me gustás nada.
—Me preferís durmiendo, ¿no?
—Sí, la verdad que te prefiero durmiendo.
—Probá con El gran Gatsby, haceme caso.
—Mejor me voy.
—¿Adónde?
—Me voy a pasear sola, a ver si me encuentro con
animales muertos en la calle.
—Y si encontrás plata vamos a media.
—Sí, avisame.
—Chau.
—…
—Al menos saludá, che.
—Sí… Chau… Ah, y esta noche no me esperes, duermo en
lo de Laura.
—Mandales mis saludos.
—D'accord.