Historias de muerte

En la primera de estas historias un asesino a sueldo mata de una manera muy particular y un comisario no lo puede capturar nunca. En la segunda, la mafia rusa hace sus habituales negocios y uno de sus miembros viola y mata a una adolescente. En la última, alguien mira el romance de su hermana con envidia y hace todo lo posible para arruinárselo.
A simple vista podrían ser tres simples noticias que se leen en los diarios o que se ven por la televisión. Pero no, son los argumentos de tres películas que fueron nominadas al Oscar este año. Siempre se dice que estas películas, las nominadas y las ganadoras del Oscar, son aburridas, y quizá no se esté mintiendo; es verdad, casi siempre son aburridísimas, largas y además (y esto es lo que me molesta más aún) hablan de lo políticamente correcto y de lo que la academia quiere y sugiere. Pero felizmente, estas no son de esa familia. Porque en ninguna de estas tres largometrajes ocurre tal cosa.
La primera historia es la película de los hermanos Cohen (El gran Lewoski y Fargo), Sin lugar para los débiles, basada en la novela No Country for old men de Cormac McCarthy, que ganó cuatro de las ocho nominaciones. Seguro va a ser de esas películas que se van a recordar para siempre (léase El padrino o Pulp fiction). Contada con una crudeza y una violencia estremecedora, habitual en los irónicos hermanos Cohen. Con personajes como el que interpreta Javier Bardem (ganador como Mejor actor de reparto), un asesino a sueldo que no se sabe bien quien lo manda y que tiene un corte de pelo ridículo pero que al mismo tiempo da miedo; o con ese cazador, interpretado por Josh Brolin, que en medio de una cacería se encuentra con un dinero que no le pertenece y con una persona agonizante que le pide agua y que él lo trata con indiferencia, pero que al volver a su casa, y en el medio de la noche, la conciencia le dicta que debe redimirse y vuelve al lugar, cometiendo un error que le cuesta bastante caro; o como el personaje del comisario, interpretado por Tommy Lee Jones: un tipo que quizá algo sabe de su profesión, pero que no está decidido a dar ese salto de calidad que tienen las personas que hacen y quieren cosas distintas. Una escena para recordar: cuando el personaje interpretado por Javier Barden le pide a la víctima de turno que elija la cara o la seca de una moneda. Esa escena es simplemente maravillosa, quizás el resumen de la vida, donde el azar tiene ese papel fundamental que casi nadie percibe.
La segunda es Promesas del este, del director David Cronnenberg (
Scanners, Crash y La mosca), y con la actuación del autoproclamado hincha de San Lorenzo, Viggo Mortensen (nominado como Mejor actor), interpretando el papel de un misterioso chofer que al finalizar la película uno cae en la cuenta que no es tan chofer como cree al comienzo. Aquí, Cronenberg, acude a su maestría para contar historias, escondiendo desde el principio pequeñas cositas que se irán develando con el transcurso del relato. También predomina la violencia, no sólo física, sino también psicológica, usuales en las mafias de toda índole y lugar.
La tercera historia es Expiación, deseo y pecado, ganadora de un Oscar (Mejor Música original), y que también fue basada en una novela, la del escritor inglés Ian McEwan, y que Joe Wrigth supo llevar muy bien a la pantalla. Todo esto a pesar de la dificultad que ésta tenía a priori y que fue comentado por el mismo McEwan, que se refirió a lo complicado que es llevar un libro al cine: “Es un trabajo de demolición. Se trata de reducir una novela de 130.000 palabras a un guión de 20.000”.
De toda esta dificultad que presentaba la adaptación de la novela, el director salió airoso, con una película ambientada en el verano de 1935, en plena Guerra Mundial, y que muestra como una precoz escritora, Briony Tallis, interpretada por la nominada al Oscar, Saoirse Ronan, descubre que su hermana mayor, la bellísima Keira Knightley, tiene un amante (James McAvoy), y se pone celosa, acusándolo de un crimen que él nunca cometió.
Es muy interesante qué y cómo se cuenta esta historia. Todo a través de un relato anacrónico y con una voz en off. Con distintas miradas y ángulos; con esas intromisiones atemporales que hacen que uno esté (al menos al principio), redescubriendo escenas vistas segundos antes y desde otro punto de vista, dándole a uno muchísimo placer tal revelación.
En las tres historias que les conté, la muerte es su eje y todo gira alrededor de ella. En una de ellas no es tan evidente, y está en ustedes descubrirlo. También las tres son muy buenas historias a las que vale la pena regalarles un rato de nuestro tiempo para verlas. Pero sobre todo, las tres son historias, las tres son historias de muerte.